Hola, me llamo Mary y tengo 40 años, estoy casada hace 10 años y confieso que hace poco viví la experiencia más loca de mi vida; le fui infiel a mi esposo.
Él y yo tenemos un matrimonio normal, tiene 46 años, formamos una familia con dos hijos: un varón y una mujer. Las cosas en los últimos meses no iban bien conmigo, estaba un poco aburrida por la rutina de la vida y de la relación con mi pareja. Él había dejado de ser cariñoso, estaba muy metido en su empleo y sus cosas, la intimidad había desaparecido casi por completo entre nosotros. Así siguieron las cosas por aproximadamente tres meses.
Después de esos tres meses la familia organizó un paseo a la finca que nos pertenece. Está en un pueblo cercano a la ciudad donde vivo, fueron las tres hermanas de mi marido, su hermano y obviamente, nosotros. Cada quien con su respectiva familia. Para no extenderme demasiado en la explicación, el protagonista de mi historia es hijo de una de las hermanas de mi esposo, algo así como mi sobrino político. Su nombre es Carlos, lo conocí cuando era un pequeño de 2 años. Natalia (la madre de Carlos) vivía con su marido en otro país hasta hace apenas 3 años, entonces no lo veía más que en fiestas de fin de año. La relación con él era de lo más normal, me dice tía, me saludaba con mucho respeto y todo era muy corriente.
Ese día todos llegamos a la finca, desempacamos y escogimos las habitaciones. Para cada pareja una habitación y en otras todos los chicos de la familia. Todo trascurrió muy normal en el día. En la noche todos nos fuimos a descansar.
En la madrugada sentí muchas ganas de ir al baño así que me paré y fui. Entré y como estaba medio dormida no encendí la luz y dejé medio cerrada la puerta. Cuando estaba sentada en el sanitario entró él, y sin darme tiempo de reaccionar se sacó el pene, se acercó mucho a mi cara y antes que pudiera tocarme pegué un grito, él se fijó que estaba allí y salió disparado del baño. Salí del baño muy confundida, pude reconocer su silueta en las sombras y supe que era él, Carlos. Me acosté muy agitada, el corazón se me quería salir del pecho, no sabía aún qué era lo que había pasado exactamente, la imagen no se me borraba de la cabeza. Al otro día me levanté con la esperanza de no tener que mencionar lo ocurrido.
Lo vi desde que todos salimos al desayuno, al parecer nadie había oído mi grito ni nada, mi sobrino apenas me miraba a la cara, lo vi un poco apenado, no me dirigía la palabra. Decidí tratar eso con la mayor seriedad, así que me le acerqué más tarde y fijándome que no hubiera nadie le dije que no se preocupara, que había sido un simple incidente y ya, él me dijo que tenía vergüenza, yo le dije que no había visto nada, pero era mentira, sí lo había hecho y me tenía algo desconcertada. Ese día, antes de almorzar todos íbamos a salir a la piscina, yo estaba poniéndome el traje de baño en mi cuarto, luego salí y estaba él en el pasillo, se me quedó viendo fijamente, yo intenté salir rápido, se me atravesó y en el ajetreo tropezamos y nos fuimos de frente contra una pared, me quedé unos momentos mirándolo y él a mí, pero inmediatamente después me fui rápido con la cabeza hecha un nudo: había visto a Carlos con deseo de besarle.
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